EDITORIAL

Este blog es un medio de expresión del Grupo La Poma (Elite), un grupo de profesionales de turismo que todos los jueves se reúne alrededor de una mesa.

Los temas que en el se tratan son varios, y casi siempre se trata de temas vinculados con nuestra vida cotidiana.

No pretendemos cambiar nada, y solamente queremos fomentar la amistad entre todos nosotros, el mundo ya lo cambiaran otros que para esto les pagamos, aunque ciertamente lo están haciendo bastante mal.

Los que hemos puesto este proyecto de Blog en marcha, solo pretendemos que todos podamos plasmar nuestros comentarios más serios, se pueden incluir todos los apartados que hagan falta, y está abierto a quien quiera participar, si no es de nuestro agrado, lo quitamos del Blog y en paz.


Como ya se ha ido demostrando que no todos están duchos en el tema de plasmar comentarios, estos se pueden hacer por email a EliteLaPoma@gmail.com, y el webmaster los pondrá, con sus réplicas y contra réplicas, pero lo importante es que dentro de unos cuantos años podremos rememorar estos tiempos que nos a tocado vivir, pero con las alegrías que hemos pasado juntos, y alguna que otra tristeza.

Animaros.

08 marzo, 2013

QUE NO DEBEMOS HACER EN UN RESTAURANTE


A todos nos gusta salir a comer o cenar, y a todos nos disgustan las experiencias negativas cuando vamos a un restaurante. Sin embargo, a veces los propios comensales somos en alguna medida responsables del desastre, al no seguir unas mínimas normas básicas que nos ahorrarían frustraciones a nosotros y a nuestros compañeros de banquete. Hace ya meses, el bloguero estadounidense Adam Roberts  reunió sus "10 cosas que estás haciendo mal en los restaurantes"  en un artículo para el Huffington Post, y desde entonces he querido escribir mis recomendaciones. Éstas son las nueve cosas que yo nunca haría.



Comerte lo que te echen
Si algún plato tiene una falta grave, debemos tragarnos las vergüenzas y devolverlo a la cocina explicándole por qué al camarero con mucha educación. En el fondo, le estamos haciendo un favor al restaurante, que así podrá corregir el error, mejorar y a la larga ganar más dinero. Desde luego que la reclamación ha de estar acorde con el establecimiento: no se puede exigir igual en una casa de menú a 9 euros que en un restaurante gastronómico de a más de 100. Pero es precisamente en los sitios finos donde nos reprimimos más a la hora de quejarnos quizá por el miedo a pasar por ignorantes, cuando debería ser justo lo contrario.

Pedir la carne muy hecha
El cocinero neoyorquino Anthony Bourdain lo cuenta en sus 'Confesiones de un chef':  los restaurantes destinan los peores trozos de carne a los clientes que la piden muy hecha. Es mucho más fácil de camuflar una mala pieza si se sirve requetepasada, mientras que en las carnes al punto o sangrantes el engaño es más complicado.

Ignorar las temporadas
Todos lo hemos hecho alguna vez, pero no existe vía más directa al fracaso que elegir un plato con ingredientes (sobre todo verduras y frutas) que no estén en temporada. ¿Ensalada de tomate en invierno? Tomarás poliespán teñido de rojo. ¿Alcachofas con jamón en verano? Serán de bote y habrán fallecido víctimas del ácido cítrico. ¿Fresas en otoño? De la Conchimbamba y a precio de oro. Si se desconoce el calendario, lo mejor es preguntar si el ingrediente principal del plato es fresco y local, o guiarse por un principio básico que casi siempre se cumple en las verduras: hojas, otoño-invierno; frutos, primavera-verano.

Ser tiquismiquis con los ingredientes
Cuando te pones plasta con los ingredientes de los platos -”¿puede ser sin aguacate, sin cebolla y sin comino, que no me gustan?”- no sólo estás irritando a los demás comensales al alargar las peticiones con tus dudas. Si el cocinero accede a quitarlos, es más que posible que destruyas el equilibrio que él buscaba al preparar la receta. Cuando no te gusta algo de lo que lleva un plato, mejor pedir otra cosa. Y si no te gustan muchas cosas, quédate en tu casa, pide cuentas a tus padres por no haberte enseñado a comer como Dios manda o espabila de una vez, que ya no tienes 10 años.

Ir a fumar o al baño cuando no toca
Las saliditas a fumar o al baño deben hacerse siempre en momentos en los que no interrumpan el ritmo de la comanda o del servicio. Si vas antes de empezar a comer, hazlo después de haber pedido para que no se retrase el proceso por tu culpa. Durante la comida es de pésima educación largarte a echar un cigarro y obligar al resto de la mesa a esperar tu vuelta para el segundo o el postre. No es una cuestión de intolerancia, sino de respeto al prójimo.

Confundir al camarero con un amigo (o con un enemigo)
Gracias a sus indicaciones, consejos y amabilidad, los buenos camareros logran que la experiencia de comer fuera sea mucho más placentera. Lamentablemente, son una especie profesional en peligro de extinción, puesto que muchos hosteleros piensan que no se necesita ningún tipo de talento o cualificación para desempeñar dicha tarea. En este contexto, conviene mantener una relación cordial con los que te están sirviendo -mostrarse maleducado acaba jugando en tu contra-, pero sin ceder a la presión de sus recomendaciones -pueden ir encaminadas a endilgarte cosas que deben salir de la cocina o a clavarte en la cuenta. Ten en cuenta lo que digan... pero pide lo que te apetezca.

Pedir pescado un lunes
En los tiempos en los que la mayoría de la gente compraba en los mercados, esto no hacía falta ni explicarlo. Pero con la implantación de los súper y su obsesión por darlo todo todos los días, se nos ha olvidado que los lunes no hay pescado fresco. Consecuencia: si ese día de la semana comes algo en un restaurante que haya salido del mar, será congelado o de hace días.

Usar el móvil
Poco tengo que añadir a lo dicho por la escritora Elvira Lindo  en un artículo reciente. Estar con el móvil adelante y atrás durante una comida no sólo es de mala educación, sino también una soberana horterada. Además de llenar el buche, cuando comemos estamos disfrutando de un placer y comunicándonos con nuestros compañeros de mesa. Y las llamadas, los mensajitos, los whatsapp y los tweets interrumpen ambas cosas. Al 99,9% de tus comunicaciones no les pasa absolutamente nada por esperar hora y media, así que silencia tu iPhone y deja de molestar.

No mirar la cuenta
Algunas personas consideran una vulgaridad comprobar que la cuenta está bien; otras pasan por simple descuido. Todas ellas se arriesgan a pagar platos o bebidas que no han consumido. Los restaurantes no tratan de metértela doblada -bueno, unos pocos sí-, pero un camarero demasiado ajetreado puede cometer errores en el recuento. No se trata de ponerte a sumar como si fueras un contable o un descendiente de Mr. Scrooge:  basta con asegurarte rápidamente de que la lista es correcta.

¿Hay algo que creas que no se debe hacer en un restaurante? ¡Compártelo en los comentarios

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